QUE EL AMOR ES UN MISTERIO Y QUE IMPORTA SOLO A DOS



Conduce sin rumbo huyendo del Día de los Enamorados, que adorna los escaparates, que brilla en los rostros de las parejas que pasean entrelazadas, que despierta a sus fantasmas. Está cansado de todo de las cicatrices que se abren, de las heridas que supuran, de los pedazos de sí mismo que no reparte.

El letrero de un hotel en una difícil zona de Madrid le llama en la oscuridad. Aparca, alquila una habitación y se dirige al bar. Pide una copa mientras observa la pegatina con forma de corazón en la caja registradora. Ni siquiera aquí, piensa.

Una mujer le rescata de sus recuerdos. Es bonita, aunque el maquillaje no oculte las arrugas, ni la sonrisa de tristeza en sus ojos. Le hace una seña al camarero que sirve un whisky sin preguntar. Comprende, pero no le importa comprar amor. Charla animada hasta que entiende que él prefiere el silencio. Suena Only the lonely. 

Ella comienza a traducir con una voz sensual cargada de melancolía, "Solo los corazones solitarios saben cómo me siento esta noche, solo los corazones solitarios saben que no debería pasar por esto"

Termina la canción. Él le enseña las llaves. Ella asiente. 

Se desnudan con la lentitud de los que no tienen nada que perder. Dos cuerpos entregados se revelan bajo la luz de una coqueta suite. Él saborea el alcohol y el carmín de sus labios, el perfume floral de su cuello, la dulzura frutal de sus pechos maduros. Ella, la aspereza del aftershave, la acidez de las axilas, el sabor salado de su piel, el plástico del condón, la sensación de lo conocido.

Él le acaricia el pelo mientras observa su miembro entrar y salir de la boca que lo acoge, las manos de uñas largas pintadas de rojo que aprietan la base, los pechos que oscilan. 

Le pide que se quede. Ella acepta. Se besan y acarician hasta que el miembro erecto se clava en la cicatriz de su vientre. Se sienta sobre su cadera y lo cabalga con los ojos cerrados. Él también los cierra. Luego, el beso tenue, el abrazo cálido, el sueño sin pesadillas.

Después una botella de vino juntos, unas risas de verdad, unas miradas cómplices y ese puzzle que encaja a la perfección sin faltar una maldita pieza como un  "qué pena no haberte conocido antes".

La fría luz de la mañana le despierta, está solo, su cabeza se debate entre sueño y realidad. Los 100 euros siguen al lado de las llaves. «Solo los corazones solitarios saben que no se debería pasar por esto. Quizá mañana aparezca un nuevo amor», piensa. Y sonríe.

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