CARTA DE DESPEDIDA A UN VIEJO AMOR


Hace unos días escuché a alguien decir que todas las cosas caminan hacia alguna parte, ¿todas le insistí? sí, todas tienen el rumbo marcado, me repitió. No le creí mucho entonces, luego caí en la cuenta de que efectivamente es así, aunque algunas lo hacen en direcciones contrarias paralelamente a nuestros propios intereses o anhelos.

Como sé que ya no podemos seguir igual que hasta ahora, y presiento que tampoco será posible ir más allá, quiero que, por última vez y sin el filtro de las convenciones sociales, ni el intencionado disimulo al que la peculiar forma de nuestra relación nos ha llevado, sepas lo que durante este tiempo he sentido yo. También lo que, en muchos casos, he creído adivinar en ti. 

De esta manera tan clásica, ya fuera de uso, que conscientemente he elegido para despedirme, hubiera preferido decirte que ya no te deseo y sentir que tú a mí tampoco. Pero no es así, eso lo hace más difícil. 

Confieso sentirme perseguida por recuerdos tan claros y dulces que debo hacer grandes esfuerzos para continuar escribiendo y no romper la hoja. No lo haré, pero me pregunto si es posible decir adiós sin mirar atrás. Tal vez lo sea, aunque yo no puedo ni quiero despedirme de ti sin volver la vista durante unos momentos.

Cómo olvidar la primera vez que nos vimos, era primavera de no me acuerdo que año cuando aún eramos jóvenes, estoy convencida que fue un flechazo, nuestras miradas se buscaban en un juego intermitente y maravilloso de coqueteo e inocencia, hablamos, bailamos, y bebimos hasta que por fin nos quedamos solos. Esa noche descubrí por primera vez, la fuerza con que unos ojos pueden penetrar a través de los tuyos propios, a tal profundidad que sientes la más completa desnudez y una mezcla de pudor y deseo. 

Cómo olvidar la caricia furtiva casi robada; el leve roce de una mano que se pasea durante unos instantes sobre mi, dejando un rastro de placer y estremecimiento, cómo olvidar aquellas ropas ligeras de manos imparables en mi piel, todo parecía perfecto, como un escenario preparado con el mayor de los esmeros para que la representación resultara excelente. 

Como olvidar aquel momento en aquella habitación testigo mudo de nuestros cuerpos alborotados de caricias y torpes abrazos, te deseé como nunca he deseado a nadie, con el miedo de lo desconocido, con la piel hecha gallina y los latidos saliendo por mi boca. Y luego el anochecer pausado, tranquilo, delante de aquella playa contando estrellas de esas que me enseñaste bien, viviendo al máximo cada minuto de lo que estaba sucediendo entre nosotros. 

Pero todo esto tiene que terminar. Mejor dicho, a partir de esta carta ha terminado. Me marcharé de tu vida borrando huellas y espero de ti que hagas lo mismo. Afortunadamente no habrá suspiros ni frases de consuelo. Nadie dejará caer remotas esperanzas, inalcanzables asideros para el deseo. 

Nuestro mutuo regalo fue el tiempo que compartimos y esos instantes ya vividos que no son retornables que pertenecen a nuestra memoria común, aunque tampoco pretendo vivir en el recuerdo, porque sospecho que toda añoranza es poco más que una fría equivocación de la memoria y que en ella siempre hay algo de inexacto. Y porque viviendo así, las caricias regaladas, las miradas, las palabras dichas no pertenecen a nadie, caen en abismos infinitos, en sacos rotos, sabernos esclavos de un deseo no reconocido, es imposible. 

No quiero que al final sólo nos quede algo por lo que suspirar. Sé que lograré con el tiempo olvidar lo vivido, con la teoría absurda de que hay cosas que aún siguen ahí en lo profundo de los corazones, y creyendo que ignorándolas quizá se vayan, que si no las miras de frente desaparecerán sin dolor, siempre buscamos explicaciones racionales, al menos durante un tiempo, pero cuando somos capaces de ver más allá de lo evidente, nos damos cuenta que hay señales que anuncian una despedida, pero no las queremos ver porque nos da miedo de no ser capaces de cerrar la puerta y marcharnos o dejar marchar al que se quiere ir.

Lo único que quiero que sepas es que aunque el tiempo pase, y se nos olviden nuestros nombres, nuestras caras, nuestras pieles; aunque todo pase y nunca más volvamos a encontrarnos, aunque se pierdan las fotos, los versos, las cartas; aunque todo se esfume con el polvo, con el pañuelo de la vida que todo lo borra, que todo lo limpia, aunque tu mano nunca más se pose sobre la mía otra vez, aun con todo esto, créeme, viviré tranquila, lo sé porque aunque tú ya no existas en mi mente, de alguna manera sabré para siempre que un día, no hace mucho, no hace tanto como parece, fui feliz contigo.




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