DE VALIENTES




Ser valiente es tomar decisiones, primero porque tomarlas, sean correctas o no, ya supone desencallarse, moverse, poner en marcha el mecanismo. Y el movimiento siempre genera movimiento, sea para adelante o para atrás, lo que importa es recordar que estás vivo, que tienes capacidad para generar cambios, para responsabilizarte de lo que te pasa. 

No hace falta desatar un temporal, a veces, decidir es darse cuenta de algo que no éramos capaces de ver o comprender. A veces, uno decide con el pensamiento, encontrando su verdad, una verdad que ya no te permite volver atrás y enredarte con otros pensamientos que ya has descubierto que no te hacen bien. 

Llevar las riendas asusta. Por eso, en ocasiones, dejamos pasar los días esperando señales que parece que no llegan cuando las tenemos delante de las narices, pero fingimos no verlas usando las gafas de la ignorancia. Otras, sencillamente no las podemos ver porque no nos tomamos un instante para atar cabos y notar qué es lo que en realidad sentimos. 

La vida es un poco eso, encontrar los momentos para zarandearlo todo y también para saber cuándo parar y hacer que el agua deje de estar turbia y se calme, hasta reflejarnos en ella. Si dejamos que se estanque demasiado, se pudre. Si la agitamos siempre, nunca se queda clara y transparente para poder ver el reflejo. En el fondo, ambas actitudes son lo mismo, cualquier cosa que hacemos desde la desesperación y la incomprensión nos lleva a más de lo mismo, eso que intentamos evitar.  

La vida es el equilibrio entre ambas cosas y la conexión con uno mismo para saber cuándo hacer y dejar de hacer. Lo llaman decidir, y si la decisión es equivocada, no pasa nada. Era ese error necesario que te dejará darte cuenta de algo que va a cambiarte la vida. Y darte cuenta de que te la cambias tú, gracias al error, gracias a la decisión.  

A mí, me cuesta a veces saber cuándo escuchar y callar o dejarme oír, aunque un día descubres que en realidad, a quién tienes que escuchar y hablar claro es a ti mismo. Los demás son tus espejos, tus compañeros de camino, y si no te escuchas y te conoces, si no te calmas y te activas cuando hace falta, los demás no podrán hacer nada por ti, lo que importa de verdad es que hagas lo que hagas sea desde la coherencia  y desde el amor por lo que eres y lo que haces, me dado cuenta de que el resultado de la coherencia es paz. 

Si te mueves por miedo es como si te quedas  quieto porque crees que no tienes más salidas. Lo que pasa es que nos gusta engañarnos, nos gusta pensar que la vida no nos deja otras opciones porque así no nos queda más que resignarnos y vivir desde la ignorancia y el miedo. Le tomamos apego al dolor, al sacrificio que nadie nos ha pedido, a la amargura de la queja que es tan adictiva como la misma felicidad, nos encanta arrastrar cruces, nos educan para ello, como si todos tuviéramos que cargar una culpa por algo que hicimos. 

No importa si durante un tiempo no “hacemos nada” para cambiar si ese “no hacer nada” lo sentimos necesario para vivir y sentir y no nos traiciona. 

A veces, remover el agua turbia te muestra en realidad que tienes que dejarla en calma. Otras veces, que ya es hora de dejar de mirar el agua y obsesionarse, cuando uno no tiene nada que perder se vuelve valiente, las oportunidades no se ganan ni se pierden, están en ti.  

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