LA PUÑETERA CAJITA VII

Para aquí, aquí, aparca donde puedas, el coche se detuvo en la siguiente intersección, Pablo encontró un hueco estrecho pero suficiente, donde me llevas dijo, este barrio no es el nuestro, anduvieron dos calles doblaron una esquina y finalmente los ojos de Berta se posaron en el escaparate de una tienda en apariencia antigua, donde se podían ver objetos de difícil salida comercial pero de recuerdos gratos que solo formaban parte de una caprichosa campaña publicitaria con la única finalidad de atraer al viandante a su paso.



Pablo pego su nariz y sus manos al cristal reconociendo cosas de culto de su infancia, Berta casi señalaba con sus ojos, pero no decía nada, en las entretelas de ese escaparate habilmente colocadas, había fotos en color que alguien había blanqueado para dar esa sensación "vintange".

La cara de Pablo comenzaba a cambiar de color como si de una gama cromática se tratara, Berta le miraba con atención
-pero....como..cojones...¡ha llegado hasta aqui¡ balbuceaba sin apenas voz
-a mi al principio me sorprendió, y pensé que quizá no sería la misma, cuantas habría iguales pensé
-pero es... Pablo, yo misma entre en la tienda y pude comprobar la inscripción que tiene debajo, si no me crees entramos.

Pablo no daba crédito a lo que sus ojos veían, seria la misma... era la misma tenia la inscripción, el se la regalo como joyero a la vuelta de unas vacaciones, la  había visto en un mercadillo y el personalmente puso la fecha con una pequeña inscripción "A MI AMOR" 09/83. Recordaba que Berta la tenía mucho cariño, su sitio siempre fue en la habitación que compartieron juntos muchos años encima de su mesilla, ella guarda allí sus mayores tesoros, pendientes sin uso, tuercas perdidas, una bolsa aromática color malva, un anillo de alpaca., esas entradas cortadas del mejor de sus conciertos.... "esa dichosa caja alguna noche había sido su salvación", porque ella guarda allí hasta la tranquilad de sus pasiones, que maravillosos y tiernos recuerdos le traía todo aquello.




Pablo sabia lo que había ocurrido entonces, pero no se lo contó a Berta por no hacerla mas daño, uno de los últimos días, cuando ya su vida hizo aguas, pasaron una tarde maldita recogiendo objetos comunes y metiéndolos en cajas para mas adelante hacer el reparto equitativo cuando las cosas estuvieran menos turbias y más calmadas.

-Berta escucha, se que quizá debería habértelo contado antes, verás yo...te acuerdas de uno de nuestros últimos días.

-¿Cuando discutimos porque no me quisiste devolver mis cosas y terminamos gritandanos como posesos?
-Ese fue uno de nuestros peores momentos de nuestras vidas entonces
-No te devolví tus cosas porque... sencillamente las perdí...
-¿Como que las perdiste? dijo Berta

-Veras cuando baje mis cajas, ya en el ascensor me di cuenta de que conmigo iba una caja tuya, tal y como habíamos terminado, quiza no era un buen momento para volver a subir, pensé en llamarte al llegar a mi nueva casa, pero la tensión del momento me tenía obcecado, las cajas pasaron varios días en el maldito coche, cuando subí mis cosas no se ni como ni porque tu caja, "tu puñetera caja", había desaparecido, entonces preferí enfrentarme a tus demonios y dejar que pensaras que no quería devolverte tus cosas creí que era lo mejor.

Y ahora venticinco años después, le dijo Berta encuentro "mi caja" en "este puñetero escaparate" de una "maldita tienda de barrio" que apenas conocemos, no te parece que este  destino, como tu dices, empieza a ser más que caprichoso con nosotros.

El destino se alimenta de pasiones Berta no lo olvides




Comentarios

  1. Sigo enganchada a esta historia de dolor y pasiones...seguiré leyendo.

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