Tropezar varias veces con la misma piedra aunque yo lo hago con sillas de la cocina una y otra vez....
Reza un dicho popular, que el hombre es el único animal capaz de tropezar dos (e incluso más veces) con la misma piedra. Yo soy una de aquellas personas que he tropezado varias veces con la misma piedra, aún prometiéndome a mí misma que no volvería a suceder.
Somos la única especie que caemos varias veces en los mismos errores, nos tropezamos ante los mismos obstáculos, y caemos en la misma trampa varias veces. Es curioso que esto suceda, puesto que nuestra capacidad de aprendizaje debería limitar esas reincidencias. Entonces,¿por qué las personas tropezamos varias veces con la misma piedra?;El caso es que, aunque me he planteado esta pregunta en más de una ocasión, siempre me he quedado con una respuesta a medias.
Algunas personas, ya sea por nuestra ingenuidad, despiste o porque no queramos asumirlo, nos tropezamos una y otra vez con una misma piedra (en un sentido metafórico, ya que la piedra simboliza cualquier obstáculo que podamos encontrar en la vida). Tendemos a reiterar los mismos"errores de pensamiento y de comportamiento, y surgen sensaciones entorno a que nunca terminamos de aprender lo suficiente. Esa es la incoherencia del ser humano: se cae y se cae.
Sabemos que la vida no es perfecta, que hay ocasiones en las que las cosas no salen como nos gustaría (por mucho interés, esfuerzo y ganas que le pongamos), y que esos tropiezos nos hacen madurar. Pero, ¿creéis que siempre es así? Mi opinión es que, aunque la enseñanza que se pretende transmitir es que “hay que aprender la lección y no cometer el mismo error dos veces”, en la práctica se asemeja más al idealismo que a la realidad; Esta moraleja me recuerda a aquella metáfora que dice que "no es oro todo aquello que reluce”, precisamente porque no siempre somos capaces de dejar de tropezar con esa piedra que se interpone en nuestro camino, del mismo modo que no siempre aprendemos de los errores que hemos cometido.
Quizás necesitamos piedras de vez en cuando, sobre todo cuando estamos aprendiendo. Es difícil darse cuenta de que eres capaz de hacer las cosas bien si antes no te has equivocado un par de veces. Lo fácil a la primera hace que dejemos de prestar atención a los detalles, por lo que la próxima vez que lo intentemos es posible que no nos salga tan bien como nos salió la primera vez. Por lo tanto, necesitamos equivocarnos.
Además de que si por ejemplo, yo comienzo un trabajo pensando en que me va a ir mal (me voy a caer), no me estoy dando cuenta de que estoy generando el entorno más adecuado para que eso ocurra. Esto es, mediante el cual condicionamos nuestros resultados en función de lo que pensemos o creamos que va a suceder. ¿Esto significa que si me concentro en no caerme, no lo haré? Quizás no, pero ten por seguro que tendrás menos probabilidades de hacerlo.
No tenemos más que ser conscientes de los mensajes que nos decimos a nosotros mismos, para que nos demos cuenta de en qué medida condicionamos nuestros resultados. Pongamos un ejemplo: si yo salgo por la calle con unos patines, estoy aprendiendo y por lo tanto no los domino del todo, y no hago más que decirme a mí misma “me voy a caer”, “ya verás, como me caigo”, “seguro que pillo una piedra y me tropiezo y me doy de bruces”… estoy concentrando toda mi atención en la caída, por lo que seguramente me vaya a caer de un momento a otro.
Solo triunfa en el mundo quien se levanta y busca a las circunstancias, creándolas si no las encuentra
La cuestión es que como no empecemos a ser conscientes, estos temores pueden convertirse en lo peor y daremos por hecho que “somos así”. La intención de cambio quedará difuminada porque asumiremos que no hay manera de cambiarlo.
¿No será que necesitamos tener una piedra con la que tropezarnos? O peor aún, ¿No será que necesitamos tener siempre una piedra a mano con la que justificar nuestros tropiezos, sin tener que asumir los errores y aprender de los mismos?
Tropezar dos veces con la misma piedra es algo que a veces nos buscamos nosotros mismos. Es nuestra propia incapacidad de reconocer los propios errores, ni siquiera ante nosotros mismos.
Y por cierto,¿Cuántas veces podemos llegar a tropezar con la misma piedra? ¿2, 3, quizás 10? Por desgracia, pueden ser muchas veces. No podemos aprender de un error si no apartamos de nuestro camino lo que nos hace caer. Sea cual sea la cosa, la idea, la persona, la forma de hacer … Cualquiera que sea esa cosa y por mucho que nos parezca que es la correcta, si no funciona bien, si nos hace caer de nuevo, debemos tener la determinación y la valentía de quitarla de nuestro camino.
En algunos casos, las personas tropezamos una y otra vez en la misma piedra porque también influye el inconsciente, que nos traiciona y no nos deja cambiar. Buscando sobre el tema me encontré con un artículo sobre el tema, una historia que puede servir de semejanza para entenderlo:El mono cazado
En ciertas partes de África se cazan monos de una manera muy particular e ingeniosa. El cazador deja un cacahuete en un pequeño hueco entre rocas por el que sólo cabe la mano extendida.
Cuando el cazador se va, el mono, que ha estado observando la escena, se acerca y mete la mano, agarra su cacahuete pero queda atrapado porque se niega a abrir la mano y abandonar su premio. El cazador se acerca con una red y captura al mono porque éste es incapaz de renunciar a su tesoro.
A nosotros nos pasa algo parecido. Estamos situados en nuestra zona de confort y no queremos realizar determinados cambios porque implican ciertos sacrificios que no estamos dispuestos a pagar.La única manera de no tropezar con la misma piedra es cambiar nuestro plan.
Se trata de explorar nuestra mente e indagar qué es lo que debemos cambiar para alcanzar nuestros objetivos, y utilizar experiencias pasadas para intentar no volver a equivocarnos de nuevo.
Es posible superar nuestras limitaciones, defectos y problemas. No pasa nada, errar es de sabios, lo importante radica en tener el valor de volver a levantarse, seguir un camino diferente, y que si tropezamos una vez con una piedra… la quitemos del camino, para nuestro bienestar y el de aquellos que vienen detrás de nosotros. Saber ver lo que nos hace daño y tener la capacidad de saberlo apartar nos asegura que, al menos, con aquello no volveremos a tropezar.
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