MAS ALLÁ DE LOS CINCUENTA
El pasado viernes, tuve una
reunión festejando el cumple de mi amiga Rocio una de las del grupo (porque
ahora somos grupos de esto o de aquello), de “viejas amigas”, no confundir con
“amigas viejas”, porque alguna digo os sale al paso y os da dos leches que os
pone mirando a Cuenca, si casas colgantes ni sexo explícito.
Y entre mojito y mojito pude reflexionar sobre varias
cosas, que la estadística que tenía delante era demoledora que entre mis amigas
cada día, había más mujeres divorciadas que casadas, que de la infancia pasamos a la
adolescencia y de ahí a la inseguridad de los 20 y luego los 40 y cuando
creemos que lo teníamos todo superado y sin darnos cuenta: ¡Zas! Llega el
cambio del que nadie te había avisado...
En
determinados momentos de nuestra vida, todo aquello que nos llevó y acompañó hasta
un momento preciso, parece que pierde el significado, y sentimos una necesidad
apremiante de salir de donde estamos para emprender nuevos rumbos, aunque no
sepamos exactamente a dónde nos van a llevar. Queremos experimentar novedad,
hay un impulso que nos lleva a querer cambiar de pareja, de lugar de
residencia, de trabajo, de profesión y de ambiente. Aquello por lo que luchamos
durante años, a lo que nos dedicamos con esmero, parece desmoronarse. Nos
invade una incertidumbre interior, un gran interrogante, ¿quedarnos en este
“lugar” en el que nuestra vida parece irse apagando o soltar lastre y abrirse a
lo desconocido?
Ese
algo que empuja para salir de donde nos encontramos varía según la situación, las personas, y sus relaciones, su edad y su historia. Puede ser la búsqueda de
sentido, la insatisfacción, el sufrimiento, el malestar o el aburrimiento o la
falta de motivación. También pueden ser preguntas como: ¿voy a seguir así hasta
mis últimos días?; ¿es esto lo que quiero?; ¿qué sentido tiene lo que estoy
haciendo y cómo estoy viviendo mi vida? Tomar la decisión de cambiar implica a
menudo provocar rupturas, confusión y sufrimiento, y entrar en crisis.
Aunque la crisis de la mediana edad se suele asociar más a los hombres de 50 años, algunos
cambian entonces de comportamiento, se resisten a dejar atrás las locuras de juventud o deciden que es el momento de echar
una canita al aire para recuperar el tiempo perdido, provocando con ello,
muchas rupturas en su entorno pues a diferencia las mujeres, ellos salen a lo
que llaman la búsqueda de la felicidad, que nos es otra cosa que alimentar el
ego con una mujer 15 años más joven.
A los 50 muchas se dan
cuenta de que no viven su vida, pues la mayoria han sido madres, han cuidado maridos y algunas con fortuna siguen cuidando a sus padres, descubriendo que la que tienen no es la vida que desean. Les gustaria cambiar de trabajo ese que llevan haciendo durante años y dedicarse a otra
cosa, o formarse en otros ámbitos profesionales. Desarrollar hobbys que no
sabían que los tenían pero que les apasionan y ahora es el tiempo y el momento
para ellos, pues sienten que ya no se las necesita como antes en el entorno
familiar. O bien dejan a su pareja y se van solos o con otras personas con las que
compartan aficiones. En definitiva, necesitan un cambio radical.
En
situaciones de “tsunami vital” es imprescindible reflexionar, escribir, pasear,
estar en contacto con la naturaleza, para escucharse a uno mismo (yo para estos menesteres prefiero el mar). Es importante
también abrirse y conversar para no desesperarse quedándose dentro todo lo que
uno está viviendo. Sincerarse y arriesgarse a ser incomprendido, y a crear
nuevos vínculos no a falta
de otros problemas, pero escuchar nuestra intuición, lo que sentimos y seguir
los pasos que nos acerquen a nuestros anhelos pues si la salud nos los permite aun nos queda mucha vida por delante.
Posiblemente
implicará que algunas personas que nos han acompañado en una parte de nuestra
vida dejen de hacerlo en esta nueva etapa. Pero aparecerán otras relaciones que
nos nutrirán de maneras diferentes. Tenemos que aprender a soltar si queremos
vivir con nuestra vitalidad. Para lograrlo, ayuda confiar en uno mismo y en la
vida; es clave para avanzar en un mundo lleno de incertidumbres.
También
es importante ser conscientes de lo que queremos, de plantearnos preguntas que
desemboquen en reflexiones que nos lleven a encontrar sentido y
propósito, a conectar de nuevo con nuestros sueños y crear nuevos
proyectos que nos atraigan y nos hagan salir del escollo, descubriendo nuevos
sentidos a nuestro proyecto vital de vida.
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