SEXO BESOS Y CARICIAS
¿Le
he dicho que no me deja respirar cuando me besa?
¿Le
he dicho que me irrita que me diga qué hacer cuando estamos juntos?
¿Le
he dicho que me da asco eso que me pide que le haga?
¿Le
he dicho que me molesta cuando apaga la luz por sus complejos?
¿Le
he dicho que me cansan sus preliminares cuando se pone como una estatua?
¿Le
he dicho que no soporto que haga comparaciones?
También
¿Le
he dicho que me gusta cuando lleva la iniciativa?
¿Le
he dicho que me gusta cuando me besa el cuello despacio?
¿Le
he dicho que me gusta cuando la veo con ganas?
¿Le
he dicho que me gusta cuando me besa como si no pudiera contenerse?
¿Le
he dicho que me gusta que se ponga algo de lencería negra?
¿Le
he dicho que me gusta cuando se pone esa colonia para acercarse a mi
Una
historia dos personas, una relación moderna, arriesgada a la última, ambos
dispuestos a probar cosas nuevas. “Todo el mundo habla de ese juego erótico que
al parecer se acaba de inventar ya ves tú.., más viejo que el mundo”, sensaciones
nuevas, estimular los sentidos.
Invitaciones
a probar cualquier cosa que sea novedosa, distinta estimulante. Algo nos dice
que necesitamos querer más, tener más, sentir más, experimentar más… (Los
tiempos son tan convulsos, que tal vez merece la pena inhibirse en pos de unas horas,
minutos o segundos entregados en los brazos del placer). Es como esa canción pegadiza que cantas sin
darte cuenta que se repite que te va diciendo algo así como... puedo ser lo que quiero, puedo
hacer lo que quiero, puedo elegir lo que me place. Incluso puedo pedir lo que
quiero.
Y qué es lo que quieres? ¿Lo sabes? ¿Te lo has planteado realmente? Yo, desde luego, desde mi libertad quiero SEXO A LA
CARTA.
Quiero
sexo adaptado a mí. A toda mi persona. Se trata de escuchar bien a mi cuerpo,
aprender a leer lo que me dice. Mi cuerpo me habla, y lo hace a través de
sensaciones: excitación, aburrimiento, ternura, rechazo, atracción, etc. Se trata de saber si estoy dispuesto a escucharle o no. Me
acarician y percibo mi reacción física, me concentro en ella, me dejo llevar
por ella. Aparece también una reacción hacia el otro, me centro en ella, me
dejo llevar por ella…
Puedo
elegir quedármelo para mí o hablarlo con la persona que está a mi lado. Puedo
explicarle que no “elijo” cómo reacciona mi cuerpo, pero que reacciona así. Y
lo hará una y otra vez… Puedo esperar a que el otro acierte, o incluso si tiene
buena intención, vaya por sí mismo descubriendo por mis reacciones qué me
gusta. O también puedo elegir enseñarle cómo funciona mi cuerpo. Decirle al
otro cómo mirarme, acercarse a mí y acariciarme. Preguntarle al otro cómo
mirarle, acercarme a él y aprender el mejor modo de besarle.
Resulta
que las parejas pueden hablar de intimidad sexual. Sí. Y no me refiero a hablar
en plan morboso. Al principio uno se desnuda fácilmente, pero sólo eso. No le
dice al otro lo que prefiere, ni cómo lo prefiere, tampoco cuándo lo prefiere.
Mucho menos lo que le gusta que haga el otro. O el rechazo que siente cuando le
pide hacer algo concreto. Ni locos. Los miedos hacen pensar que es mejor no
darle mucha importancia, o disimular, o dejarlo pasar.
Y es que
parece que es más fácil enseñarle el cuerpo al otro, incluso mantener una relación
sexual con el otro, que hablarle del propio cuerpo.
Es más
fácil tener sexo que abrir la intimidad sexual. ¿Por qué? Porque cuando hablo
de mi cuerpo al otro, de cómo reacciona, de qué cosas prefiere o rechaza, en el
fondo estoy hablando de quién soy. Y si me rechazan cuando hablo de quién soy,
resulta demasiado doloroso y humillante. Parece que es más fácil ponerse una
coraza, usar el cuerpo para obtener placer y no involucrarse demasiado.
Así uno
piensa que se asegura el que no le lastimen. Los miedos, ese compañero inseparable que nos acompaña toda la vida y que en
general es tan mal consejero.
Sólo,
cuando uno abre su intimidad sexual puede
conectar con el otro, puede ser él mismo también en la sexualidad. Puede
alcanzar esa complicidad tan romántica. Esa que sólo se logra después de muchos
esfuerzos “traduciéndole” al otro quién soy y cómo siento en las relaciones
sexuales.
El sexo “personal”
gusta, atrae, llena. No se necesita hiper-estimular los sentidos para disfrutar
de una relación sexual.
Cuando el
otro se atreve a decir qué caricia le hace sentirse querido. La mirada que le
hace sentirse importante. El gesto que le hace sentirse necesario. La palabra
que le sube la autoestima. La sexualidad alcanza una dimensión diferente. Es una
sexualidad adaptada a toda la persona, y ya no hace falta conformarse con que
sólo el cuerpo se estimule y sacie.
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