EL ANONIMO ENAMORADO DE SU SONRISA


Esta historia se sitúa hace muchos... muchos años atrás, a la protagonista la llamaremos Laura.

Laura era una mujer activa llena de vida, con muchos sueños en su cabeza, dispuesta a comerse el mundo y después si se dejaba ponérselo por montera a sus casí 19 años.

Hoy tres de la tarde empezaba una nueva jornada de trabajo para ella, entraba como todos los días por aquel portal de enrejado negro y limpias vidrieras en un céntrico barrio de Madrid, allí tras una ventana de madera noble, sentado en su silla, con una bombilla huérfana colgando de su mugriento cable blanco, estaba Benito, hombre adusto de pocas palabas, sonrisa lacónica y traje gris, sobre su mesa de formica marrón se encontraba ordenadas milimetricamente por pisos las cartas del día, que evitaba echar en sus buzones en un alarde de lo que el llamaba "socializar" aunque en sus planes no entraran nunca los del cuarto izquierda, por ser excesivamente tacaños.

Buenos tardes señorita Laura, decía con una mueca de sonrisa, buenas tardes Benito repetía ella, al tiempo que le entregaba la correspondencia del Tercero Interior Derecha.

Laura se dirigía a los ascensores con paso ligero, tacón alto, medias negras con costura, traje cruzado de lana negro con una abertura en su falda de tubo a juego, una blusa blanca asomaba por debajo de un discreto escote, era morena de ojos castaños, pelo largo recogido en una cola de caballo, ni demasiado guapa, ni demasiado fea, no era flacucha, sus curvas siempre fueron llamativas a los ojos de cualquiera y su simpatia y buen hacer hacían el resto.

Benito salio del cuarto tras de sí para abrír la doble puerta del antiguo ascensor que daba paso a una lujosa entraba de un brillante e impoluto cuchitril de madera noble con espejos lacados y de potente luz, una vez pulsado el botón redondo que marcaba el tres, el interfecto se alzaba emitiendo sonidos quejicosos al paso de cada planta, que dejaba ver el cableado y las pesas por el exterior de los limpios cristales de la cabina, el frenado era cosa aparte, si no estabas preparada pareciera que el alma se te salia del cuerpo.

Laura saco las llaves de su bolso, para meterlas en la cerradura, mientras fijaba su mirada en la placa de la puerta distraidamente en la que se podía leer "Raúl y asociados Abogados". Abrió y se dirigió al contador para poner en funcionamiento aquella oficina sin vida, era temprano aun no había nadie por allí el abogado titular y sus socios estarían aun de juicios, o comiendo en la cafetería Riofrio punto de reunión de la profesión, la mayoría de ellos trabajaban para empresas de seguros durante la mañana que luego cambiaban por lujosos despachos donde les esperaban sus visitas y sus atrayentes casos de minutas incalculables.

El despacho eran dos pisos unidos, disponía de una puerta principal y otra de servicio aneja, el suelo era de parquet con varias capas de barniz brillante. El pasillo alineaba al menos cuatro despachos a izquierda y derecha más uno principal, cocina, baño, sala de espera y mi despacho al fondo del pasillo, todos ellos con muebles regios, sofás verde botella  y cuero repujado, balanzas de justicia, cuadros con frases en latín convertidos en verdades, jueces, notarios o abogados ilustres, estanterías de pared a pared compuestas por todos los tratados legales que se recogían en perfecta simetría libros de tapas verdes duras o marrones con letras de oro incrustadas en su canto.

Laura entró en su despacho soltó el abrigo y el bolso en un perchero a sus espaldas, dejo la correspondencia encima de su mesa de cuero, fue hasta la cocina puso una cafetera para dejarla caliente para las posibles visitas, preparo también unas tazas y unas pastas en una bandeja, se acerco nuevamente a su mesa abrió su dietario tiró de la cinta roja y la colocó entre sus páginas del día de la fecha, obsevando las horas, las visitas y los clientes de aquella tarde.

Tenía también dos sentencias que Raúl había dejado en la grabadora para que fueran pasadas a la máquina de escribir situada en una mesa auxiliar detrás de ella, y mientras leía un caso resuelto listo para archivar, escuchaba el contestador automatico de cinta que le indicaba que había cuatro llamadas perdidas, entre tanto sono el teléfono verde claro, le dío a la tecla de stop que mitigo la voz del aparato, mientras se preguntaba ¿quien sería tan temprano?, contestó con su frase profesional "despacho abogados" digame" y para su sorpresa solo pudo escuchar esto...



Sorprendida espero oir la voz de alguien, pero solo escucho el "click" al otro lado, ella colgó también y se quedo pensativa por un momento al tiempo que fijaba su vista en las cartas que antes había dejado en un extremo de su mesa, las repaso y las fue dejando en pequeños casilleros preparados en una pared lateral, Raúl, Pedro, Gloria, Rodrigo, Carlos y Fran que compartían despacho.

La penúltima carta era un sobre blanco sin cerrar metido por su solapa y sin remitente, con una frase que decía "Para ti" en la esquina inferior del mismo y con letra pequeña difícil de distinguir.

Laura abrió el sobre, confiada en que tal vez una vez leído pudiera saber su procedencia, siempre había clientes que no quedaban contentos con la resolución de su caso, tal vez fuera algo así, saco el papel doblado en ocho trozos, lo abrió y pudo leer...


Laura sonrió, su cara se ilumino sorprendida, su mente repaso la lista de posibles candidatos a propietarios de tan bonita nota, nada la hizo sospechar de nadie en particular, las llamadas se repitieron con la misma música en su teléfono en días posteriores aunque no hubo más notas, su señoria dejaría el caso visto para sentencía titulándolo

"El anónimo enamorado de su sonrisa"


PD. Aunque os parezca una historía poco real, os aseguro que sus protagonistas conocen la verdad.



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